martes, 20 de octubre de 2020

HISTORIAS DE TORTUGA CHUECA







El “gigante” de Tortuga:


Entre las tradiciones de Tortuga, está el relato mítico del surgimiento de la montaña del pueblo.

Obvio es decir, que Tortuga Chueca, como los tantos otros pueblos y caseríos de la zona, se fundó y creció en un suelo absolutamente plano, con arroyos, algunas arboledas y vastos pastizales, como son los de nuestra pampa húmeda. Claro que en el Pago de los Arroyos, como se conoce la zona, hay desniveles de la planicie.

Los valles de los arroyos suelen ser importantes, pues por ahí se ha ido desaguando el mar que cubrió nuestras pampas en otras épocas.

Las inundaciones suelen ocurrir, pero de ahí a pensar que podría haber montañas en la región… era otra historia.


Peeero (siempre, en toda la historia y teorías de la humanidad ha habido uno –lo que nos indica que nuestras certezas… son solo creencias-) un día, un buen día… la historia cambió.


El relato mítico dice que todo empezó en la chacra del Charanguito, que en realidad era de su mujer la “muñequita de Talco” Fernissotti, que queda cerca del pueblo, unos 10 Km. para el lado del oeste, siguiendo la vieja ruta de Córdoba, doblando en la curva de la “Cruz del Sur” y tomando como quien va para Pearson y Colón, pasando lo de las Dillon. Es en lo que se llama los “altos” del pueblo, donde las tierras son mas ricas y productivas, al igual que aquellos que tuvieron el buen tino de comprarlas por ahí.


Una tarde Charanguito iba con su yunta de mulas en tirando del aradito mansera removiendo esa tierra negra que tanto lo enorgullecía, mas porque no era de él sino de su mujer. Ya era la tardecita, el frío apretaba en junio, el viento le cortaba la cara y el sol ya casi se había ido, cuando a unos 600 metros de donde estaba laboreando en le pareció ver como un humo que se levantaba del suelo. Pensó que sería un pequeño banco de niebla que empezaba a formarse y no le prestó demasiada atención y siguió con lo suyo azuzando a las mulas Paca y Chiquita. Terminada la tarea por ese día, las desensilló, las baño y soltó, no sin antes cubrirlas con unas especie de camisa de arpillera, hecha de bolsas viejas.


No eran mas de las 6 y media de la tarde, cuando entró a la añosa casa de la chacra por la puerta de la cocina, puso una pava a calentar sobre la cocina económica que estaba casi al rojo vivo de tanto marlo que su “muñequita” le había puesto sabiendo que volvería con frío y se sentó a la mesa a esperar que se calentara. Ella mimosa le dijo que el baño con agua tibia ya estaba listo y se lo llevó de la mano, el “baño” era una piecita que estaba afuera, pero pegada a la casa.

Aún eran muy jóvenes y los fuegos internos estaban siempre a punto de explotar, ella lo desvistió, lo hizo meter en la gran tina de lata y empezó a echarle agua tibia por la espalda, mientras Charanguito se enjabonaba rápido para no tomar frío.

Él gozaba por ese baño reparador después de la dura jornada de labor y ella se excitaba viendo los músculos de su compañero, que si bien no era de los que pueden llamarse bonito, era muy hombre… - muy! Pensó ella.


Ya era entrada la noche cuando salieron del baño, corriendo para no enfriarse.

Charanguito hizo mate dulce, mientras ella cocinaba.

El calor en la pequeña cocina era casi agobiante, y la Muñequita de Talco empezó a sudar.

Cuando el Charango le vio la espalda y los sobacos mojados, y con la “carga” que había significado el baño previo, un impulso cerval lo invadió y sin caricias ni cariños o pedir permiso, le tomó los pechos por detrás y le apoyó su masculinidad enhiesta entre las nalgas.

Ella (diciéndose por fin!) se sonrió plegando el cuello mientras él la desnudaba de la cintura para arriba, y ya con sus pechos en las manos la empujaba hacia abajo, ella se apoyó de bruces sobre la gran mesa.

Le levantó la pollera, bajó su ropa íntima y empezó a hacerle el amor de manera casi animal… humana… bah!

Mientras él iba y venía dentro, ella sentía que se derretía en líquidos amorosos, bufaba y se retorcía como una yegua en celo agarrándose muy fuerte del otro lado de la mesa. Le pidió entre gemidos, que le apretara mas los pezones y los pechos, casi hasta hacerle doler. Así le gustaba!

El clímax fue estentóreo, furioso, rápido y feroz, los dos gritaron sus orgasmos cual órganos en la inmensa catedral de la Pachamama, en medio de la soledad del campo.


Estaban en los jadeos y caricias, ahora si, posteriores al amor cuando escucharon el trueno… los truenos.

- Que raro! dijo él.

Y se asomó por la pequeña puerta: – con este frío no pensé que iba a llover.

Había algunas nubes hacia el sur, pero no vio relámpagos, no había viento. Pero los truenos siguieron fuertes y empezó a olerse algo raro en el aire, como a huevos podridos.

Dentró, prendió la radio a batería y en se quedaron escuchando un programa de la radio Cerealista de Rosario, el radioteatro de Alfonso Amigo… el León de Francia, que les gustaba mucho.

Después y antes de cenar pusieron el Glostora Tango Club y después los Pérez García, de radio Mundo de Buenos Aires, que captaban gracias a la antena que Matías Flores les había armado en el techo con un larguísimo alambre que iba de lado a lado del techo.


Después de cenar y lavarse, se fueron a la cama y se durmieron casi de inmediato. El Charango no era hombre suave o de caricias, así que la Muñequita tuvo que conformarse con apenas unos besos en la cara. Él se dio la vuelta y quedó inmóvil, ella se quedó dormida acariciándole la espalda, mientras afuera tronaba cada vez mas, pero sin lluvia.


Se levantaron a la madrugada, serían las 5 cuando el trueno mas fuerte que habían escuchado en sus vidas los despertó.

Charango corrió a la ventana, no llovía y aun faltaban 2 horas para el amanecer. El olor a podrido casi lo hizo vomitar.

Se vistió, prendió el farol, atizó el fuego de la cocina económica con mas marlo y algunos tronquitos, puso la pava grande al calor, se abrigó bien, y salió.


Nuca mas volvió a ser el mismo, lo que vio esa madrugada le cambió la vida y la cabeza para siempre.


Lo primero que atinó fue gritarle a su mujer para que saliera… ya!

El grito fue tan desgarrador que ella corrió apenas con un chal sobre el camisón grueso que vestía, los pies desnudos.

Juntos vieron aquello que jamás imaginaron.


En el potrero del sur, donde ayer trabajaba él, casi en el medio, a una legua de la casa y a doscientos metros del alambre y del camino real… se veía un fuego anaranjado, envuelto en nubes oscuras, como a 20 metros de altura y del que salían una llamaradas y lenguas que corrían lentas hasta el piso. Se acercaron corriendo, cuando un trueno tremendo y una explosión los detuvo en seco.

Vieron que volaban bolas ígneas por sobre sus cabeza y caían con un ruido extraño, mezcla de estallido y desparramo de algo viscoso, haciendo un …chas! Y donde tocaban todo se prendía fuego.

Había dos eucaliptus incendiados muy cerca del galponcito. Los animales gritaban atemorizados y los perros aullaban.


Se alejaron hacia la casa preocupados que no se prendiera fuego y se quedaron mirando aquello que no comprendían.

Al amanecer vieron que debajo del fuego había ya un montículo de casi 40 metros, de un color grisáceo y que despedía humo y fuego por la punta.

Al mediodía, cuando todo el pueblo ya se había enterado y presenciaba el espectáculo a prudente distancia, la montañita (así le decían el principio) ya tenía unos 100 metros.

No había mas explosiones, pero si mucho humo maloliente, como una ceniza gris que caía y algo viscoso que corría por las laderas incendiándolo todo.

El cura Enrique Das Neves Pessoa, que ya había sido llamado y bendecido el lugar, porque muchos vecinos, sobretodo las viejas, pensaban que “eso” era, sin dudas, un producto del Gualychu o del mismo Satán!

Pero don Enrique formalmente señaló que eso no era obra del Gran Chifrudo y que se trataba de un volcán que se estaba creando… ahí mismo en las afueras de Tortuga Chueca!


El Gordo Olivera y el Hacha Figueira coincidían con el cura, como autoridades del pueblo.

Cuando a media tarde llegó el Presidente Comunal de su viaje a Rosario también se expidió en el mismo sentido. Y su opinión tenía el doble de valor, porque el Pardo Chagaij, además de Intendente era el maestro y profesor del pueblo. Y desde ese día, también… geólogo!


A la noche ya no durmieron en la casita. La Muñequita de Talco se fue al pueblo a quedarse con unos parientes, y Charanguito, junto con algunos hombres se quedaron mateando y mirando el espectáculo, que si bien ya no tenía truenos, de noche era aún muy impresionante. Descubrieron que en los restos de las bolas de fuego y en los pequeños ríos de lava… se podían hacer buenos churrascos y papas o camotes asados, acercándolos empalados en ramitas.


A los dos días la montaña ya tenía casi 400 metros, la lava seguía saliendo y la cumbre subiendo y subiendo.

La casa del Charango hubo que desarmarla ladrillo por ladrillo, para llevarla mas lejos para que no se derrumbara por lo inclinada que estaba, porque el piso hacía ya parte del lado norte de la montaña y sobretodo que no se incendiara. La rehicieron en el límite mas cercano al pueblo de la propiedad, sobre el camino.


Al mes y después que hubiesen venido de la Universidad de la Plata los geólogos a estudiar el fenómeno y coincidir con don Chagaij y el cura, la montaña tenía ya como 700 metros y ahora mas en calma, seguía creciendo cual ternero huacho alimentado a mamadera de damajuana.


Dos años después y cuando casi nadie la prestaba atención al fonómeno, el “gigante de Tortuga”, así se lo llamó en la zona, tenia su altura casi final, bien ganados 1840 metros!

Y ahí paró toda la actividad. Quedó así nomás… hasta hoy.


Se fue enfriando, cubriéndose de vegetación, algunos árboles que el Charango fue plantando, algún corral para los animales; y se dio cuenta que donde habían habido fuego y cenizas, el suelo era extraordinariamente fértil y fecundo. Así que se dedicó a plantar con mas ahínco que nunca frutales, árboles y a sembrar las laderas de “su” montaña, como le decía él.

La humilde casita quedó casi al pie, a unos trescientos metros de altura en relación al pueblo, tenía una vista hermosa.

Y como el Charango y la Muñequita se fueron capitalizando rápidamente con las cosechas y el turismo que supieron organizar y explotar, en poco años y aún siendo jóvenes, se convirtió primero en una posada, luego en el primer Hotel Termal de la zona, ya que toda el agua de las napas del lugar (menos la del Arroyo del Medio) empezó a ser tibia. Desde ese época compitió con los barros medicinales de la Laguna de Melincué.

Habilitaron a la Comuna de Tortuga la construcción y explotación del Camping Municipal en el lado sur de “su” montaña, por un módico alquiler, a condición que la Comuna hiciera los caminos turísticos que surcaban la montaña de la base hasta la cúspide.


Lo que al principio al Charango y a la Muñeca les pareció una desgracia gualychesca o diabólica, se convirtió en una gracia de la Pachamama que los hizo ricos y mas felices.

Solían pasar las tardes escalando “su” montaña, buscando el fresco en verano y mirando el cielo maravilloso que se veía desde su cima.

Los bosques de pinos, cipreses, tipas, casuarinas, algunas araucarias crecieron densos y umbrosos, solo los eucaliptus no venían.

De los montes productivos brotaban las mas variadas frutas, que el feraz suelo de la Pachamama, las hábilidades del Charango y la Muñequita había plantado, podado y ahora cosechaban a manos llenas. Hasta uva de calidad pusieron, hasta tenían un vino merlot rosado, que era una delicia.


Ya de grandes construyeron una cabaña de troncos de donde sentían que dominaban el mundo y se fueron a vivir ahí, dejando el negocio en manos de sus hijas y yernos, para retirarse de todo el trajín del hotel. Por la altura, nunca hacía calor y en invierno hasta nevó alguna vez. Miraba hacia el sur oeste, desde donde podían ver cada atardecer, la llegada del polvoroso pampero y las tormentas grises que irrumpían del sur.


De vez en cuando los despertaba algún ruido sordo, alguna fumarola con olor a podrido o una sacudida, pero ellos ya estaban acostumbrados y le agradecían a la montaña, todo lo que les había dado en ésta vida. A pesar de la edad, cada vez que había un pequeño movimiento, ellos homenajeaban a la Pachamama (mientras les diera el cuero y las ganas)… echándose un polvito!