martes, 20 de octubre de 2020

HISTORIAS DE TORTUGA CHUECA







El “gigante” de Tortuga:


Entre las tradiciones de Tortuga, está el relato mítico del surgimiento de la montaña del pueblo.

Obvio es decir, que Tortuga Chueca, como los tantos otros pueblos y caseríos de la zona, se fundó y creció en un suelo absolutamente plano, con arroyos, algunas arboledas y vastos pastizales, como son los de nuestra pampa húmeda. Claro que en el Pago de los Arroyos, como se conoce la zona, hay desniveles de la planicie.

Los valles de los arroyos suelen ser importantes, pues por ahí se ha ido desaguando el mar que cubrió nuestras pampas en otras épocas.

Las inundaciones suelen ocurrir, pero de ahí a pensar que podría haber montañas en la región… era otra historia.


Peeero (siempre, en toda la historia y teorías de la humanidad ha habido uno –lo que nos indica que nuestras certezas… son solo creencias-) un día, un buen día… la historia cambió.


El relato mítico dice que todo empezó en la chacra del Charanguito, que en realidad era de su mujer la “muñequita de Talco” Fernissotti, que queda cerca del pueblo, unos 10 Km. para el lado del oeste, siguiendo la vieja ruta de Córdoba, doblando en la curva de la “Cruz del Sur” y tomando como quien va para Pearson y Colón, pasando lo de las Dillon. Es en lo que se llama los “altos” del pueblo, donde las tierras son mas ricas y productivas, al igual que aquellos que tuvieron el buen tino de comprarlas por ahí.


Una tarde Charanguito iba con su yunta de mulas en tirando del aradito mansera removiendo esa tierra negra que tanto lo enorgullecía, mas porque no era de él sino de su mujer. Ya era la tardecita, el frío apretaba en junio, el viento le cortaba la cara y el sol ya casi se había ido, cuando a unos 600 metros de donde estaba laboreando en le pareció ver como un humo que se levantaba del suelo. Pensó que sería un pequeño banco de niebla que empezaba a formarse y no le prestó demasiada atención y siguió con lo suyo azuzando a las mulas Paca y Chiquita. Terminada la tarea por ese día, las desensilló, las baño y soltó, no sin antes cubrirlas con unas especie de camisa de arpillera, hecha de bolsas viejas.


No eran mas de las 6 y media de la tarde, cuando entró a la añosa casa de la chacra por la puerta de la cocina, puso una pava a calentar sobre la cocina económica que estaba casi al rojo vivo de tanto marlo que su “muñequita” le había puesto sabiendo que volvería con frío y se sentó a la mesa a esperar que se calentara. Ella mimosa le dijo que el baño con agua tibia ya estaba listo y se lo llevó de la mano, el “baño” era una piecita que estaba afuera, pero pegada a la casa.

Aún eran muy jóvenes y los fuegos internos estaban siempre a punto de explotar, ella lo desvistió, lo hizo meter en la gran tina de lata y empezó a echarle agua tibia por la espalda, mientras Charanguito se enjabonaba rápido para no tomar frío.

Él gozaba por ese baño reparador después de la dura jornada de labor y ella se excitaba viendo los músculos de su compañero, que si bien no era de los que pueden llamarse bonito, era muy hombre… - muy! Pensó ella.


Ya era entrada la noche cuando salieron del baño, corriendo para no enfriarse.

Charanguito hizo mate dulce, mientras ella cocinaba.

El calor en la pequeña cocina era casi agobiante, y la Muñequita de Talco empezó a sudar.

Cuando el Charango le vio la espalda y los sobacos mojados, y con la “carga” que había significado el baño previo, un impulso cerval lo invadió y sin caricias ni cariños o pedir permiso, le tomó los pechos por detrás y le apoyó su masculinidad enhiesta entre las nalgas.

Ella (diciéndose por fin!) se sonrió plegando el cuello mientras él la desnudaba de la cintura para arriba, y ya con sus pechos en las manos la empujaba hacia abajo, ella se apoyó de bruces sobre la gran mesa.

Le levantó la pollera, bajó su ropa íntima y empezó a hacerle el amor de manera casi animal… humana… bah!

Mientras él iba y venía dentro, ella sentía que se derretía en líquidos amorosos, bufaba y se retorcía como una yegua en celo agarrándose muy fuerte del otro lado de la mesa. Le pidió entre gemidos, que le apretara mas los pezones y los pechos, casi hasta hacerle doler. Así le gustaba!

El clímax fue estentóreo, furioso, rápido y feroz, los dos gritaron sus orgasmos cual órganos en la inmensa catedral de la Pachamama, en medio de la soledad del campo.


Estaban en los jadeos y caricias, ahora si, posteriores al amor cuando escucharon el trueno… los truenos.

- Que raro! dijo él.

Y se asomó por la pequeña puerta: – con este frío no pensé que iba a llover.

Había algunas nubes hacia el sur, pero no vio relámpagos, no había viento. Pero los truenos siguieron fuertes y empezó a olerse algo raro en el aire, como a huevos podridos.

Dentró, prendió la radio a batería y en se quedaron escuchando un programa de la radio Cerealista de Rosario, el radioteatro de Alfonso Amigo… el León de Francia, que les gustaba mucho.

Después y antes de cenar pusieron el Glostora Tango Club y después los Pérez García, de radio Mundo de Buenos Aires, que captaban gracias a la antena que Matías Flores les había armado en el techo con un larguísimo alambre que iba de lado a lado del techo.


Después de cenar y lavarse, se fueron a la cama y se durmieron casi de inmediato. El Charango no era hombre suave o de caricias, así que la Muñequita tuvo que conformarse con apenas unos besos en la cara. Él se dio la vuelta y quedó inmóvil, ella se quedó dormida acariciándole la espalda, mientras afuera tronaba cada vez mas, pero sin lluvia.


Se levantaron a la madrugada, serían las 5 cuando el trueno mas fuerte que habían escuchado en sus vidas los despertó.

Charango corrió a la ventana, no llovía y aun faltaban 2 horas para el amanecer. El olor a podrido casi lo hizo vomitar.

Se vistió, prendió el farol, atizó el fuego de la cocina económica con mas marlo y algunos tronquitos, puso la pava grande al calor, se abrigó bien, y salió.


Nuca mas volvió a ser el mismo, lo que vio esa madrugada le cambió la vida y la cabeza para siempre.


Lo primero que atinó fue gritarle a su mujer para que saliera… ya!

El grito fue tan desgarrador que ella corrió apenas con un chal sobre el camisón grueso que vestía, los pies desnudos.

Juntos vieron aquello que jamás imaginaron.


En el potrero del sur, donde ayer trabajaba él, casi en el medio, a una legua de la casa y a doscientos metros del alambre y del camino real… se veía un fuego anaranjado, envuelto en nubes oscuras, como a 20 metros de altura y del que salían una llamaradas y lenguas que corrían lentas hasta el piso. Se acercaron corriendo, cuando un trueno tremendo y una explosión los detuvo en seco.

Vieron que volaban bolas ígneas por sobre sus cabeza y caían con un ruido extraño, mezcla de estallido y desparramo de algo viscoso, haciendo un …chas! Y donde tocaban todo se prendía fuego.

Había dos eucaliptus incendiados muy cerca del galponcito. Los animales gritaban atemorizados y los perros aullaban.


Se alejaron hacia la casa preocupados que no se prendiera fuego y se quedaron mirando aquello que no comprendían.

Al amanecer vieron que debajo del fuego había ya un montículo de casi 40 metros, de un color grisáceo y que despedía humo y fuego por la punta.

Al mediodía, cuando todo el pueblo ya se había enterado y presenciaba el espectáculo a prudente distancia, la montañita (así le decían el principio) ya tenía unos 100 metros.

No había mas explosiones, pero si mucho humo maloliente, como una ceniza gris que caía y algo viscoso que corría por las laderas incendiándolo todo.

El cura Enrique Das Neves Pessoa, que ya había sido llamado y bendecido el lugar, porque muchos vecinos, sobretodo las viejas, pensaban que “eso” era, sin dudas, un producto del Gualychu o del mismo Satán!

Pero don Enrique formalmente señaló que eso no era obra del Gran Chifrudo y que se trataba de un volcán que se estaba creando… ahí mismo en las afueras de Tortuga Chueca!


El Gordo Olivera y el Hacha Figueira coincidían con el cura, como autoridades del pueblo.

Cuando a media tarde llegó el Presidente Comunal de su viaje a Rosario también se expidió en el mismo sentido. Y su opinión tenía el doble de valor, porque el Pardo Chagaij, además de Intendente era el maestro y profesor del pueblo. Y desde ese día, también… geólogo!


A la noche ya no durmieron en la casita. La Muñequita de Talco se fue al pueblo a quedarse con unos parientes, y Charanguito, junto con algunos hombres se quedaron mateando y mirando el espectáculo, que si bien ya no tenía truenos, de noche era aún muy impresionante. Descubrieron que en los restos de las bolas de fuego y en los pequeños ríos de lava… se podían hacer buenos churrascos y papas o camotes asados, acercándolos empalados en ramitas.


A los dos días la montaña ya tenía casi 400 metros, la lava seguía saliendo y la cumbre subiendo y subiendo.

La casa del Charango hubo que desarmarla ladrillo por ladrillo, para llevarla mas lejos para que no se derrumbara por lo inclinada que estaba, porque el piso hacía ya parte del lado norte de la montaña y sobretodo que no se incendiara. La rehicieron en el límite mas cercano al pueblo de la propiedad, sobre el camino.


Al mes y después que hubiesen venido de la Universidad de la Plata los geólogos a estudiar el fenómeno y coincidir con don Chagaij y el cura, la montaña tenía ya como 700 metros y ahora mas en calma, seguía creciendo cual ternero huacho alimentado a mamadera de damajuana.


Dos años después y cuando casi nadie la prestaba atención al fonómeno, el “gigante de Tortuga”, así se lo llamó en la zona, tenia su altura casi final, bien ganados 1840 metros!

Y ahí paró toda la actividad. Quedó así nomás… hasta hoy.


Se fue enfriando, cubriéndose de vegetación, algunos árboles que el Charango fue plantando, algún corral para los animales; y se dio cuenta que donde habían habido fuego y cenizas, el suelo era extraordinariamente fértil y fecundo. Así que se dedicó a plantar con mas ahínco que nunca frutales, árboles y a sembrar las laderas de “su” montaña, como le decía él.

La humilde casita quedó casi al pie, a unos trescientos metros de altura en relación al pueblo, tenía una vista hermosa.

Y como el Charango y la Muñequita se fueron capitalizando rápidamente con las cosechas y el turismo que supieron organizar y explotar, en poco años y aún siendo jóvenes, se convirtió primero en una posada, luego en el primer Hotel Termal de la zona, ya que toda el agua de las napas del lugar (menos la del Arroyo del Medio) empezó a ser tibia. Desde ese época compitió con los barros medicinales de la Laguna de Melincué.

Habilitaron a la Comuna de Tortuga la construcción y explotación del Camping Municipal en el lado sur de “su” montaña, por un módico alquiler, a condición que la Comuna hiciera los caminos turísticos que surcaban la montaña de la base hasta la cúspide.


Lo que al principio al Charango y a la Muñeca les pareció una desgracia gualychesca o diabólica, se convirtió en una gracia de la Pachamama que los hizo ricos y mas felices.

Solían pasar las tardes escalando “su” montaña, buscando el fresco en verano y mirando el cielo maravilloso que se veía desde su cima.

Los bosques de pinos, cipreses, tipas, casuarinas, algunas araucarias crecieron densos y umbrosos, solo los eucaliptus no venían.

De los montes productivos brotaban las mas variadas frutas, que el feraz suelo de la Pachamama, las hábilidades del Charango y la Muñequita había plantado, podado y ahora cosechaban a manos llenas. Hasta uva de calidad pusieron, hasta tenían un vino merlot rosado, que era una delicia.


Ya de grandes construyeron una cabaña de troncos de donde sentían que dominaban el mundo y se fueron a vivir ahí, dejando el negocio en manos de sus hijas y yernos, para retirarse de todo el trajín del hotel. Por la altura, nunca hacía calor y en invierno hasta nevó alguna vez. Miraba hacia el sur oeste, desde donde podían ver cada atardecer, la llegada del polvoroso pampero y las tormentas grises que irrumpían del sur.


De vez en cuando los despertaba algún ruido sordo, alguna fumarola con olor a podrido o una sacudida, pero ellos ya estaban acostumbrados y le agradecían a la montaña, todo lo que les había dado en ésta vida. A pesar de la edad, cada vez que había un pequeño movimiento, ellos homenajeaban a la Pachamama (mientras les diera el cuero y las ganas)… echándose un polvito! 

jueves, 17 de septiembre de 2020

HISTORIAS DE TORTUGA CHUECA

 



Los “J”:


Ellos eran una familia que gobernó, alegró, controló y dominó el pueblo. Gente jóven en la época de su auge. Jóvenes e inteligentes, educados, muy activos con bastante cultura.

Venían de la época oscura de Tortuga, en la que, un grupo de iluminados controló y reprimió el pueblo con mano ferrea e hipercorrupta.


En Tortuga siempre hubo partidos tradicionales: Partido Revolucionario Conservador, el Partido Orden y Familia Libertaria, la Falange Trotskista Liberal y el Movimiento Acuerdista Por Todos.

Unos eran mas bien conservadores y otros mas bien revolucionarios, aunque todos tenian componentes acuerdistas.

Digo mas bien, porque en realidad nadie sabía nada, o muy poco de política, o había leído obras renombradas de nadie. La erudición apenas contaba con lecturas de algún manual muy antiguo, o panfletos de los anarquistas del grito de Alcorta o sobre la revoluciónes francesa, rusa y americana.


Los “J”, así los llamaron, fueron muy innovadores en sus postulados para cambiar la vida cotidiana del pueblito. Pertenecieron a una rama del Movimiento Acuerdista.

Siempre se creyeron que eran “revolucionarios” y pedían adehesiones como tales, en realidad, muchos sabíamos que eran apenas reformadores y conservadores en muchos casos.

Hoy día, creo que ellos también sabían de esta impostura.


Ambos, ella y él, como sus familias eran gente pudiente; pero en las épocas oscuras del pueblo civilmente hablando, habían tomado partido por los humildes y los pobres; claro que sin abjurar a sus cuantiosos bienes, fortunas personales y cargos públicos de los cuales vivieron muchos años.

Eran como muchos curas y dignatarios eclesiásticos, que se la pasan hablando de los pobres y sus duras condiciones de vida, y al mismo tiempo, y sin ningún cargo de conciencia o vergüenza, viven de los dineros del estado y de sus influencias en los sectores mas conservadores de las pequeñas sociedades que integran.


No obstante y lo mas curioso, es que la gente mas humilde del pueblo confiaba ciegamente en ellos, los apoyó para sacarlos del eterno ninguneo al que los sometían los mas poderosos. Y luego que fueron gobierno comunal, los siguieron, los votaron, los acompañaron y mas aún los adoraron y veneraron como a Perón y Evita en otras épocas… salvando las diferencias, claro.


Y ellos fueron grandes maquilladores. Si algo genial tuvieron fue poder vender cosas normales, banales y hasta de sentido común que cualquier consevador hubiera tomado para evitar una nueva explosión popular, como si fueran medidas justicieras y revolucionarias para la época.

Diciéndo que lo que hacían eran cambios inéditos e históricos… cuando en ralidad hacian bastante menos de lo que la gente mas humilde necesitaba para vivir con la dignidad que había tenido solo algunos y prósperos años atrás.


Lo curioso es que no prometían gran cosa, iban y hacían.

Acontece que la gente humilde del pueblito venía tan del fondo del pozo, que hasta un saludo y una palmada en la espalda, los volvía eternamente agradecidos. Y lo curioso es que este efecto “reparador”, luego de los pésimos gobiernos comunales, fue haciéndose ola y mucha gente de las clases medias comenzaron a adorarlos también y a seguirlos de forma casi fanática, mas aún que los pobres de la parte baja de Tortuga.


Los “J”, además de habiles “maquilladores” de la realidad, generaron por sobretodo una energía polarizadora en la sociedad de los 1200 habitantes en la época. Luego de sus dos primeros mandatos, o se estaba a favor, o se estaba en contra, así pasionalmente!

Solo una pequeña franja del pueblito iba y venía entre el odio y el amor exaltado.


El anterior gobernante había sido obligado a renunciar por la mobilización mas grande que conoció el pueblito cuando quiso apoderarse de los ahorros de todo el mundo, para pagar las deudas que los mas ricos le habían endosado a la Comuna. Tuvo como secretario de Hacienda a un caballo y así le fue, debió huir por la calle principal corrido a cascotazos y alpargatazos en unos días agobiantes de un diciembre particularmente caluroso.


Él fue electo casi de casualidad en su primer mandato, porque el primer candidato del Acuerdismo se bajó de la elección por muerte moral.

Llegó a la presidencia de la Comuna casi ignotamente y con muy poco apoyo popular, pero poco a poco y con inédita habilidad consiguió el apoyo que comentábamos.

Ordenó y sacó al Tortuga del marasmo en el cual se encontraba, ordenó las cuentas, cobró los impuestos atrasados a los mas pudientes y luego comenzaron las pequeñas obras.

En esa época fue famosa su frase a los poderosos del pueblito: no se fijen en lo que digo, sino en lo que hago.


Y así fue, junto con conseguir el apoyo de los humildes y desposeídos del pueblo, nunca los ricos hiceron tan buenos negocios y fueron tan bien tratados en lo económico. Recibieron subsidios, que venían de la provincia, con los que incrementaron sus negocios pagando apenas migajas a los mas pobres, pero que venían tan de no tener trabajo y vivir marginalizados, que J fue sacralizado.


Como la ley comunal de Tortuga solo permite una reelección, él concibió un sistema de alternancia con su esposa.

Ella era muy hábil, educada, inteligente y bastante bonita; aunque su egolatría, pedantería y soberbia eran legendarias en Tortuga.

Ese hecho, el de pasarse el día hablando y autoelogiándose, curiosamente la llevó a ser idolatrada por muchas personas que la veían como una mujer providencial.

Muchos decían que él era el que gobernaba en las sombras, pero otros (como siempre) sabían que era una sociedad sólida e inquebrantable entre los dos.


Su mandato de ella, fue muy bueno, el comercio y la produccion florecieron. La gente mas pobre vivía mejor, tenía trabajo y podía comer bien y mandar a los chicos a la escuela, los pibes ya no tenían que trabajar para parar la olla.


Pero lo que nadie percibía era que los ricos vivían cada vez mejor y ganaban cada vez mas dinero, sus fortunas se incrementaban notablemente.

A tal punto que los “J” hiceron un pacto de hecho con ellos.

Los ricos los atacarían como a los peores enemigos, fingiéndo peleas, diferencias y desacuerdos, que en realidad no tenían. A tal punto fue, que algunos ricos se la creyeron y empezaron a enfrentarse seriamente con los que les llenaban los bolsillos, pero siempre en un marco que no exediera el pacto tácito.

Y así fue pasando el tiempo.


Cuando ella estaba por cumplir su mandato y ser sucedida nuevamente por él. la vida y sus hechos impensados, metieron la cola y la mano en esta pieza teatral sorpresivamente él murió de un infarto.

A partir de ese momento el aparato cumunal comenzó a trabajar para formar dos mitos.

El de él como un líder inigualable, bueno, justo, generoso, clarividente y reinventador de la politica…

Y el de ella como una mujer sensible (que tal vez lo fuera), de gran formación política (que no tenía), inspirada desde el mas allá por él, y de decisiones férreas para mantener el rumbo del barquito del pueblo en la buena dirección a pesar de las tormentas que debió enfrentar.


La vida se había encargado de desarmar y desmontar un aceitado mecanismo de relojería que les había llevado mucho tiempo armar.


Los años pasaron y en el pequeño puebo del Pago de los Arroyos, aún siguen (y seguirán) las discusiones y peleas por saber si los “J” fueron lo que dijeron que eran, hiceron lo que se dice que hicieron y si fueron los refundadores del pueblito.


Ella ya sola y no muy bien acompañada acabó perdiendo las elecciones con un gilito, venido de Buenoseire, hijo de truchos millonarios lavadores de oscuros capitales italianos y difrazados de empresarios.

Por su vacuidad y estilo de repartir globos amarillos a troche y moche, acabo ganandose el mote de “ Cabeza de globo amarillo o Globerto”, pero ese es otro capitulo de estos relatos.


Solo una cosa resultó probada, que los sectores mas postergados del pueblo, aunque tuvieron a partir del gobierno “J” menos de lo que tenían 20 años antes y que los ricos tenían mas, todos quedaron contentos y satisfechos, con lo que podemos concluir que ellos fueron grandes políticos y gobernantes de nuestro querido poblado, pues el que consigue (a pesar de las divisiones, peleas y discusiones) la felicidad de todo el pueblo, debe ser respetado para siempre!


Gloria y loor para los “J” cuyos monumentos ornan, hoy día, la plaza principal de Tortuga Chueca, con una placa alegórica que sentencia: ROBARON PERO HICIERON!!


miércoles, 2 de septiembre de 2020

HISTORIAS DE TORTUGA CHUECA

 

                                                    


                                 


Los Angeles de Tortuga Chueca


Cuenta la historia que, en Tortuga, hubo dos hermanas ángeles que vinieron a la Tierra para traer su amor y su luz; para que todos los que las conocimos o escuchamos hablar de ellas, fuÉramos mejores gentes y nuestro pueblo fuera mejor así.


En se supieron llamar Maria Isabel y Maria Francisca, eran hijas de uno de los fundadores del pueblo.

Dos hermanos de familia vaska, venidos de la Vascuña original porque ambos eran “segundones” y debían hacer una vida a la sombra del “mayor” o largarse a buscar fortuna.

Eso hicieron, JosÉ Luis y José Miguel, se subieron a un barquito cada uno, primero el 2º Jose Luis, luego el 3º José Miguel y llegaron a Buenos Aires y luego al puerto fluvial de San Nicolás.

Como algo de dinero habían traído se compraron unas tierras en el Pago de los Arroyos, a mitad de curso del Arroyo del Medio, a unas 20 leguas de San Nicolás, subiendo el curso del arroyo y por el camino de Córdoba que existía desde le época de la colonia.


El lugar elegido era una posta de carretas y diligencias donde se hacía el primer cambio de la recua, a 60 km de San Nicolás. Un caserío minúsculo en medio del mar de hierba.

Juntaron algunas de las miles de cabezas de ganado huachas (seguramente robadas o negociadas con los indios) que había en el lugar, y comenzaron un próspero negocio de curtido de cuero, producción de grasa e incipiente saladero de carnes, lo producido se mandaba en carretas a las grandes ciudades.


El pueblo, sin ser fundado, comenzó a formarse en los alrededores del caserío. Llegó a tal punto la industria que se pidió y obtuvo la construcción de una estación de tren en el lugar, que se llamó desde entonces Pueblo Mandariaga y luego Tortuga Chueca. Corría el año de 1864 cuando se inauguraron la Estación y los galpones para el embarque de granos.


En esa época ocurrió el ultimo Gran Malón de Indios Pampas, 1865, en que los hijos de la Tierra cercaron San Niciolás y se llevaron todo el ganado, caballos y mujeres que pudieron. Luego fueron perseguidos por la implacable milicia formada en Rosario, que los atacó y derrotó en el Cañadón de las Pajas, donde nace el Arroyo del Medio en el partido de Colón, provincia de Buenos Aires.

Lo que nunca se entendió es como la enorme tropa de ganado y de indios pudo esfumarse sin dejar rastros en el mítico origen del Río de las Conchas. Solo un puñado de bravos se resistió, fueron derrotados, sometidos a vejámenes y encarcelados por las tropas winkas.


Desde ese momento se transformó en el pueblo mas pujante de la región, mas aún que el incipiente cacerío de Peyrano y el otro vecino de Villa Angélica, estación El Socorro.

Los Mandariaga crecieron tanto que no solo regalaron tierras loteadas para el casco del pueblo, una hermana fundó la escuela Nº 25 Nicolás Avellaneda en el pueblo, se llamó Tomasa.

Dieron facilidades para que las gentes se instalasen, y construyeron una suntuosa casa de altos con mármoles traídos de Córdoba, con una hermosa escalinata donde vivían los dos hermanos con sus familias.

Llegó el inaudito desarrollo de vender por el FFCC su produccion en Buenos Aires, luego también comenzaron a exportar cueros al Brasil.

Mientras el pueblito crecía, los hermanos luego de una muy buena pero fugaz etapa, quebraron por una mala operación comercial en el lejano país.


Aún no amanecía el siglo XX cuando ambos vendieron casi todo y se instalaron con sus familias e hijos en San Nicolás de los Arroyos. José Miguel partió luego a Entre Ríos donde fundó otra familia del linaje y el contacto se perdió.

José Luis crió a sus hijos como gente de clase media alta que eran. José fue agrimensor, Luis fue militar, y Maria Isabel maestra y Maria Francisca apenas “sus labores”.


Las dos “niñas”, muertos sus padres, se instalaron en la enorme ciudad de Buenos Aires y trabajaron toda su vida. Isabelita como secretaria en una escuela Normal, y Pachita en la casa. Que estaba situada en 11 de Septiembre y Combate de los Pozos, a metros de Avenida Jujuy.

De rica vida cultural, lectoras incansables, oyentes de la radio, iban a los teatros, al Colón, a los espectáculos de “Radio Mundo” con sus sobrinos y sobrinas que las iban a visitar.

Nunca se casaron a pesar de ser lindas mujeres, tampoco dejaron de viajar todas las vacaciones de verano a Tortuga Chueca, donde tenían una casita que había sido parte de los viejos almacenes.


Ahí con toda la humildad y bondad que las caracterizó enseñaban el catecismo a los niños del pueblo, los iniciaron en las ideas socialistas primero y peronistas luego. Les explicaron a los trabajadores que se organizaran en el Sindicato y formaran una Bolsa de Trabajo, que funcionó en un local donado por ellas en su misma casa.

Aún recuerdo a los hombres rudos y duros, fumando un cigarrito armado, esperando al alba que aparecieran los que necesitaban de sus cuerpos para cargar las bolsas. Las chatas de 4 caballos y los primeros camiones estacionados esperando turno, en la calle de allá de la Estación. El olor del orín de los caballos y de la bosta fresca en el clarear del día.

Donaron terrenos para construir la Comisaría y la Iglesia.

Concurrían a los bailes del Unidos de Tortuga, fundaron una biblioteca y donaron la mayoría de los libros que traían por tren desde Buenos Aires, vía Pergamino.

Ya eran Isabelita y Pachita o Pachá.

Cuando se jubilaron, se instalaron solitas en el pueblo que ya no crecía, porque en 1934 una enorme inundación lo había despoblado bastante.

Y ahí envejecieron hasta su muerte, dejando una estela indeleble de amor y bondad que aún se recuerda.


Sus sobrinos nietos en tono de broma, relataban que las “tias angeles” eran tan, pero tan viejas, que habían inventado la música!

Las contaban paradas en el andén de la estación de Tortuga esperando que pasara el tren y que al ver la luz de la locomotora y sin saber si pararía o no (solo paraban si había pasajeros) se decían: parará Pachá? Parará Isabel? Parará Pachá? Parará Isabel?... y así había empezado la música en el mundo!

Y reían de sus infantiles ocurrencias a carcajadas.


En la antigua casita muy simple pero confortable, contaban con un gran hall de recepción, dos cuartos con piso de madera, un baño con agua y una gran cocina a la basca. Los pisos de baldosas rojas coloniales, los techos de falsa bobedilla y a 6 mt de altura, salvo el hall que era mas bajo.

En su cuarto, además de roperos y las camas, tenían un reclinatorio donde oraban a la Virgen, una antigua caja fuerte de grandes proporciones y peso, de color verde (donde los comentarios del pueblo ubicaban que se “ocultaba” la fortuna de los Mandariaga!), y un árbol de dinero… construído por ellas adonde ponían billetes de poco valor y colores que regalaban con placer, junto a algunos caramelitos, a sus sobrinos nietos y a los niños que iban a visitarlas.

En no habiendo electricidad, todas las tardes contrataban a alguno de los mozos del sindicato para que con 400 vigorosos bombazos, les llenaran el tanque y pudieran tener agua en la casa.

Cada 4 o 5 días don Cardozo, el del boliche, les traía media barra de hielo y un poco de carne para la conservadora.

Por las tardes salían a pasear por la calle principal del pueblito, que llevaba su apellido, perfumadas y emperifoliadas, saludando a los vecinos y de paso hacían algunas compras hogareñas en la panadería o en la carnicería de Apicciafuoco o el almacén de los hermanos Cinalli.

Al pasar por el boliche de Cardozo, la muchachada las saludaba con tanto respeto como devoción.

Todos los días se les traían las cartas, el diario La Nación y si hubiera, los telegramas de la Estación del tren.

Tenían una radio a batería donde seguían escuchando las lejanas emisiones desde Buenos Aires, y los conciertos del ya inalcanzable Teatro Colón.

La tenue luz de los faroles de kerosén a mecha, bañaba sus existencias nocturnas y algún sol de noche las iluminaba cuando venía la familia de visita.

Isabelita leía, recibía los diarios y guardaba artículos y recortes que solo ella apreciaba.

Pachita trabajaba incansablemente en la casa, con las plantas, los rosales, las gallinas, las comidas.

Las hermanas siempre se llevaron muy bien, nadie les recordó nunca una pelea o discusión.

Siempre de buen humor, positivas, lúcidas, calmas y sabias.

Isabelita era muy coqueta, charlatana e inteligente.

Pachita poco cuidada con su aspecto, y muy divertida, de andar cantando y gritando de pura alegría.

Nunca tuvieron novio, o conocieron hombres. Fueron y partieron puras.

Las dos eran una pareja de espíritus sublimes que aun se recuerda en Tortuga. Muchas nenas de la época, fueron bautizadas con sus nombres.


Dicen que fueron santas, yo creo que si, porque nunca nadie habló mal de ellas o contó algún acto poco elevado o negativo.

Y no obstante tan humanas.


Cuando partieron, primero Isabelita y luego Pachá, dicen que fueron en días muy luminosos, donde el pueblo entero estuvo de fiesta y ellas discretamente dejaron el pueblo y el mundo al que llegaron para llenarlo de luz y de amor.


En algún amanecer, dicen los que viven cerca de las casas, que se ven dos grandes luces con alas, volando por sobre el pueblo.



(dedicado a mis tías abuelas-angeles)