miércoles, 12 de agosto de 2020

HISTORIAS DE TORTUGA CHUECA

 

El viaje del Tigre


El Tigre era el habitante mas antiguo de nuestro puebLo, porque si bien nació en Entre Ríos hace muchos años un 9 de julio, vivió, se crió, trabajó e hizo toda su vida en Tortuga Chueca.

No tuvo hijos.


Se lo conocía en todos los pueblos a la redonda, bajo varios legendarios apodos, desde el elogioso Tigre, hasta por el de Loco por su carácter jovial, divertido y un poco pendenciero en su juventud.

Supo gustarle el vino.

A veces se peleaba cuando caía la tarde en el boliche de Cardozo, que apenas era una piecita donde se juntaban los trabajadores como él. Paredes vacías, sol de noche al medio, piso de baldosas gastadas, unas mesitas y el mostrador. Afuera el palenque largo donde se ataban los caballos.

Los criollos se reunían a pelearle a la soledad por el camino del mal alcohol.


Las “famosas” peleas (que los protagonistas se empeñaban en agrandar) eran apenas unos entreveros truculentos, algunos gritos, el relumbrón de un cuchillo sacado mas para asustar que para hacer daño, unos insultos y un par de empujones torpes. Cosas de mamados.

Al boliche del Chueco Loayza, no lo dejaban entrar.Es que Laila decía que la miraba mal y que quería “acercarse” a las chicas.


Su madre, doña Luisa mujer de cuchillo a la cintura, tuvo durante muchos años, un bar con su cancha de bochas y un surtidor de nafta de bomba a mano, sobre el final de la calle principal, de la Estación del ferrocarril, unos 200 metros para éste lado.

El Loco ya no tenia bar, para que lo iba a tener, si lo llevaba adentro!

Pero siempre cuidó con pasión la cancha de bochas, que los domingos nos reunía para divertirnos y arrimarle al bochín.


El Tigre fue “peón golondrina” como le gustaba decir, trabajó siempre de sol a sol, con todas sus ganas, su dedicación y su mejor esfuerzo, dio su mano de obra a casi todos los estancieros, chacareros, al ferrocarril FCGBMitre, y a quien necesitara de él.

Plantó hermosas avenidas de añosos eucaliptus que adornan varias de las estancias de la zona, sembró al voleo estas ricas tierras, cosechó a mano, embolsó y hombreó los mejores frutos de Tortuga Chueca.

Fue cortador de ladrillo, hachero, alambrador, aprendiz de albañil... trabajó toda su vida.

Peronista de Eva, de corazón!


Era quien sabía cuando iba a llover, cuando haría frío (es famosa su frase... que frío es éste pueblo!), cuando se desbordaría el arroyo.

Sabia donde ir a cazar tortugas, adonde ponían sus huevos que él tomaba con cuidado dejando algunos para cría, él conocía “las cuevas” de los pescados, sabia donde hay patos y huevos de pato. La gente de la zona lo “dejaba” servirse alguna chaucha de arvejas o algún choclito.


El Loco, es quien sabía todo de por acá... y de todos.

Vivía en la casita al final de la calle del pueblo, donde dobla hacia el oeste, el Camino de Córdoba todavía le dicen; del lado de acá de la estación.

Ni siquiera era de él, se la prestaban.

Ocupaba solo la parte de atrás, en medio de una gran pobreza, con orden y limpieza.


Siempre usó ropas regaladas, las que combinaba con sus formas y toque tan personal. Siempre, o casi siempre de buen humor.

A veces se le ensombrecía la cara y hablaba de colgarse de un tirante, cansado de tanta pobreza y soledad.

Porque el Loco a pesar de todo el trabajo que le brindó a tanta gente, a pesar de los innumerables favores que hizo; nunca tuvo una jubilación, triste destino de los laburantes pobres abusados por sus patrones, la mayoría buena gente, pero desaprensivos para con las necesidades de los demás.

El Tigre mal sabia leer y escribir, claro que mucha falta no le hacia.


Una vez me vino a pedir perdón, yo no sabia ni porque

Y me contó que en un partido de fútbol que jugamos una tarde de invierno hace mas de 40 años y estando yo al arco, me había sacado un reloj dorado, lo había puesto junto a un poste y dejado olvidado.

Bajando la vista me dijo: - yo me lo robé, te lo quería decir desde hace mucho, y no me animé. Te juro que no lo vendí, se lo regalé a mi mama.

Perdonar que? Me dije yo.


El Tigre era como los pájaros de por aquí, libres, divertidos, confianzudos, con un cielo enorme para ellos, era bueno, comedido, muy trabajador, pero ya no había trabajo para él en las estancias.

Fue envejeciendo con el siglo, fuerte, flaquito, le quedaban pocos dientes, ya no bebía mas, se cuidaba. A veces no tenia que comer, lo ayudabamos como podíamos, solo pocos paraban en su casa para dejar algo de comida.


Ayer de tardecita vimos que de su rancho no salía humo y que había muchos bichitos de luz cerca del techo, haciendo como un camino que iba hacia el Arroyo del Medio, fuimos a ver y lo encontramos muerto. Se fue con la misma entereza y dignidad que había tenido para vivir, se murió solito, como había nacido.


En la piecita donde estaba, en una pared pintado con tizne decía: Soychu 2 (Abundio y el Tigre)– Gualychu 1 (Luna).

No entendimos pero las viejas se asustaron, o se hicieron las asustadas y llamaron al cura párroco Enrique das Neves Pessoa, el portugués, para bendecir el lugar.


Tigre, hermano, estés donde estés, sé que vas a estar bien, porque aún con algún vinito de mas, siempre supiste vivir.

Quisiera pedirte, que allá, conserves toda tu alegría, tu sonrisa y la carcajada explosiva. Todo va a estar mejor amigo, no habrá mas pobreza, soledad, ni angustias, no hará mas frío y ya no tendrás que esperar que te “tiren” unos pesos para poder comer.


Pasará la primavera en Tortuga Chueca, vendrá el verano y volverá a hacer frío, los yuyos irán ganado tu patio y desapareciendo tu orden, me gustaría que no voltearan la casita, que la Pachamama la llenara de pájaros.

Ahora vos, ya lo sabés: no somos nada!


Hermano, amigazo, compañero: nosotros por ahora, en nos vamos a ir quedando por acá. Seguro que un día de estos… nos volvemos a ver.

Cuidate hermano, te queremos y te llevamos por siempre en el corazón. Yo sé que nuestro amor te llega... porque te lo llevaste todo con vos!



(en homenaje a Hugo Rodriguez, el “Tigre”)




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