jueves, 30 de julio de 2009

HOY: la deplorable realidad de los indios Tobas en el Chaco, Argentina

El autor de estas lineas es un escritor muy conocido en nuestro paisucho supuestamente poderoso, mas "desarrollado" que otros países hermanos, creídos en nuestra soberbia de ser el "mas europeo de los países latino americanos" y que "crecía a tasas chinas" según el gobierno.

Estas dolorosísimas imágenes y el texto de Mempo que las acompañan ponen en su justo lugar la parte mas oscura del país que habitamos, que muchos consideran suyo y que muchos otros defienden. Una "creación" humana, una organización social que provoca ésto... no se si debe o puede ser "defendida".

El desprecio por la vida ajena, es tal vez el signo mas destacado del sistema global perverso en el cual vive el mundo actual.
Donde los que menos tienen, los mas marginados, pobres, solos, postrados, los ignorados por todos... siguen siéndolo a pesar de los discursos políticos de todos los sectores y cada vez tienen menos.
Y esta forma de vivir, sin respetar la vida, es lo que pone a la humanidad sobre el finisimo borde del precipicio de su drástica disminución o desaparición como civilizacion y tal vez como especie, sino somos capaces de aniquilar el sistema perverso en el cual vivimos.

El pueblo Toba es digno y organizado en muchos lugares (en general ciudades) del país, mantiene su cultura y valores y por sobretodo su dignidad.
Pero estas comunidades han sido castigadas hasta perder la rebeldía y aceptar con resignación esta situación que nos conmueve.

No es sencillo, pero si pensamos que han perdido su "poder personal" en mayor medida que otros (que alienada por las "ofertas del sistema" tambien lo ha perdido en parte) , han perdido sus valores comunitarios y su cultura.

La muerte no me asusta pues: nacer no es el principio y morir no es el final.
Pero vidas tan castigadas por el conjunto, la desolacion física y la resignación no suelen ser caminos que lleven a superarse espiritualmente.
La evolución de la Pacha Mama, en su conjunto, de todos los que somos su hijos depende tambien de estas situaciones.

Resulta difícil decirlo... paz, luz, armonía y amor

I n lake ch

mandrake







Argentina - Chaco: Tobas, miseria sin fin



En estos tiempos el Chaco concita la atención de todo el mundo.
Prensa y televisión global vienen a mirar los estragos de la desnutrición que afecta
a miles de aborígenes en los bosques que se conocen - ya impropiamente - como
El Impenetrable. Mi colega y amiga Cristina Civale, autora del blog Civilización
y Barbarie, del diario Clarín, me invita a acompañarla. No es la primera invitación
que recibo, pero sí la primera que acepto. Rehusé viajar antes de las recientes
elecciones, porque, obviamente, cualquier impresión escrita se habría interpretado
como denuncia electoral. Y yo estoy convencido, desde hace mucho, de que la
espantosa situación socioeconómica en que se encuentran los pueblos originarios
del Chaco, y su vaciamiento sociocultural, no son mérito de un gobierno en particular
de los últimos 30 o 40 años (los hubo civiles y militares; peronistas, procesistas
y radicales) sino de todos ellos.



Primero nos detenemos en Sáenz Peña, la segunda ciudad del Chaco (90 mil habitantes),
para una visita clandestina -no pedida ni autorizada- al Hospital Ramón Carrillo,
el segundo más importante de esta provincia. Civale toma notas y entrevista a pacientes
indígenas en las salas de Tisiología, mientras yo recorro los pasillos mojados bajo las
infinitas goteras de los techos, y miro las paredes rotas, despintadas y sucias, los patios
roñosos y un pozo negro abierto y rebalsando junto a la cocina.

Aunque el frente del hospital está recién pintado, detrás hay un basural a cielo abierto
en medio de dos pabellones. Vidrios y muebles rotos, escombros, radiografías, cascotes
y deshechos quirúrgicos enmarcan las salas donde los pacientes son sólo cuerpos
chupados por enfermedades como la tuberculosis o el Chagas. Me impresiona la much
a gente que hay tirada en los pisos, no sé si son pacientes o familiares, lo mismo da.



Una hora después, en el camino hasta Juan José Castelli -población de 30 mil
habitantes que se autocalifica "Portal del Impenetrable" - la desazón y la rabia
se perfeccionan al observar lo que queda del otrora Chaco boscoso. Lo que fue
de quebrachos centenarios y fauna maravillosa, ahora son campos quemados,
de suelo arenoso y desértico, con raigones por doquier esperando las topadoras
que prepararán esta tierra para el festival de soja transgénica que asuela
nuestro país.




Entramos -nuevamente por atrás- al Hospital de Castelli, que se supone atiende
al 90 o 95 por ciento de los aborígenes de todo el Impenetrable. Lo que veo allí
me golpea el pecho, las sienes, los huevos: por lo menos dos docenas de seres
en condiciones definitivamente inhumanas. Parecen ex personas, apenas piel
sobre huesos, cuerpos como los de los campos de concentración nazis.

Una mujer de 37 años que pesa menos de 30 kilos parece tener más de 70.
No puede alzar los brazos, no entiende lo que se le pregunta. Cinco metros
más allá una anciana (o eso parece) es apenas un montoncito de huesos sobre
una cama desvencijada. El olor rancio es insoportable, las moscas gordas parecen
ser lo único saludable, no hay médicos a la vista e impera un silencio espeso,
pesado y acusador como el de los familiares que esperan junto a las camas, o
tirados en el piso del pasillo, también aquí, sobre mantas mugrientas, quietos
como quien espera a la Muerte, esa condenada que encima, aquí, se demora en venir.



Siento una furia nueva y creciente, una impotencia absoluta. Le pregunto a
una joven enfermera que limpia un aparador vidriado si siempre es así.
"Siempre", responde irguiéndose con un trapo sucio en la mano, "aunque
últimamente han sacado muchos, desde que empezó a venir la tele".

Es flaquita y tiene cara de buena gente: se le ve más resignación que
resentimiento. Son 44 enfermeros en todo el hospital pero no alcanzan para
los tres turnos. Trabajan ocho horas diarias cinco días por semana y
cobran alrededor de mil pesos los universitarios, y menos de 600 los
contratados, como ella. Los días de lluvia los techos se llueven y esto es un
infierno, dice y señala los machimbres podridos y los pozos negros saturados
que revientan de mierda en baños y patios. Y todo se lava con agua, nomás,
"no tenemos lavandina".



Camino por otro pasillo y llego a Obstetricia y Pediatría. Allí todos son tobas.
Una chiquilla llora ante su hijo, un saquito de huesos morenos con dos ojos
enormes que duele mirar. Otra joven dice que no sabe qué tiene su nena pero
no quiere que muera, aunque es obvio que se está muriendo. Hay una veintena
de camas en el sector y en todas lo mismo: desnutrición extrema, mugre en
las sábanas, miles de moscas, desolación y miedo en las miradas.

Después viajamos otra hora y el cuadro se hace más y más grotesco. Paramos
en Fortín Lavalle, Villa Río Bermejito, las tierras allende el Puente La Sirena,
los parajes El Colchón, El Espinillo y varios más. Son decenas de ranchos de
barro y paja, taperas infames donde se hacinan familias de la etnia Qom (tobas).
Todas, sin excepción, en condiciones infrahumanas.



Digan lo que digan, estas tierras -más de tres millones de hectáreas-
fueron vendidas con los aborígenes dentro. Son varios miles y están ahí desde
siempre, pero no tienen títulos, papeles, ni saben cómo conseguirlos. Los amigos
del poder sí los tienen, y los hacen valer. El resultado es la devastación del
Impenetrable: cuando el bosque se tala, las especies animales desaparecen, se
extinguen. Los seres humanos también.

Y aunque algunas buenas almas urbanas digan lo contrario, y se escandalicen
ciertas dirigencias, en el ahora ex Impenetrable chaqueño palabras duras como
exterminio o genocidio tienen vigencia.



Desfilan ante nuestros ojos enfermos de tuberculosis, Chagas, lesmaniasis,
niños empiojados que sólo han comido harina mojada en agua, rodeados de
perros flacos, huesudos y ojerosos como sus dueños. Se llaman Margarita,
Nazario, Abraham, María y lo mismo da. Casi todos dicen ser evangelistas,
de la Asamblea de Dios, de la Iglesia Universal, de "los pentecostales" o
"los anglicanos".
Involuntariamente irónico, evoco a Yupanqui: "Por aquí, Dios no pasó".

Al caer la tarde estoy quebrado, roto, y sólo atino a borronear estos apuntes,
indignado, consciente de su inutilidad. Al partir de regreso veo en un caserío
un cartel deshilachado por el sol:

"Con la fuerza de Rozas, vote lista 651".

Y en la pared de un rancho de barro, seguramente infestada de vinchucas,
veo un corazón rojo como el de los pastores mediáticos brasileños de "Pare
de sufrir". Abajo dice: "Chaco merece más. Vote Capitanich".


A unos 400 kilómetros de aquí el escrutinio final de las elecciones avanza lenta,
nerviosamente. En alguna oficina el ministro de Salud de esta provincia seguirá
negando todo esto, mientras el gobernador se prepara para ser senador y
vivir en Buenos Aires, bien lejos de aquí, como casi todos los legisladores.
¡Nunca antes, el Chaco ni este país me habían dolido tanto.!!!

Mensaje a los Argentinos, Mempo Giardinelli












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