El autor de estas lineas es un escritor muy conocido en nuestro paisucho supuestamente poderoso, mas "desarrollado" que otros países hermanos, creídos en nuestra soberbia de ser el "mas europeo de los países latino americanos" y que "crecía a tasas chinas" según el gobierno.
Estas dolorosísimas imágenes y el texto de Mempo que las acompañan ponen en su justo lugar la parte mas oscura del país que habitamos, que muchos consideran suyo y que muchos otros defienden. Una "creación" humana, una organización social que provoca ésto... no se si debe o puede ser "defendida".
El desprecio por la vida ajena, es tal vez el signo mas destacado del sistema global perverso en el cual vive el mundo actual.
Donde los que menos tienen, los mas marginados, pobres, solos, postrados, los ignorados por todos... siguen siéndolo a pesar de los discursos políticos de todos los sectores y cada vez tienen menos.
Y esta forma de vivir, sin respetar la vida, es lo que pone a la humanidad sobre el finisimo borde del precipicio de su drástica disminución o desaparición como civilizacion y tal vez como especie, sino somos capaces de aniquilar el sistema perverso en el cual vivimos.
El pueblo Toba es digno y organizado en muchos lugares (en general ciudades) del país, mantiene su cultura y valores y por sobretodo su dignidad.
Pero estas comunidades han sido castigadas hasta perder la rebeldía y aceptar con resignación esta situación que nos conmueve.
No es sencillo, pero si pensamos que han perdido su "poder personal" en mayor medida que otros (que alienada por las "ofertas del sistema" tambien lo ha perdido en parte) , han perdido sus valores comunitarios  y su cultura.
La muerte no me asusta pues: nacer no es el principio y morir no es el final.
Pero vidas tan castigadas por el conjunto, la desolacion física y la resignación no suelen ser caminos que lleven a superarse espiritualmente.
La evolución de la Pacha Mama, en su conjunto, de todos los que somos su hijos depende tambien de estas situaciones.
Resulta difícil decirlo... paz, luz, armonía y amor
I n lake ch
mandrake
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              |                                                                                                                                     |                                                                                                    
 Argentina                                  - Chaco: Tobas, miseria sin                                  fin
 
 
  
 En                                  estos tiempos el Chaco concita la atención de                                  todo el mundo.
 Prensa                                  y televisión global vienen a mirar los estragos                                  de la desnutrición que afecta
 a miles de                                  aborígenes en los bosques que se conocen - ya                                  impropiamente - como
 El Impenetrable. Mi colega                                  y amiga Cristina Civale, autora del blog                                  Civilización
 y Barbarie, del diario Clarín, me                                  invita a acompañarla. No es la primera                                  invitación
 que recibo, pero sí la primera que                                  acepto. Rehusé viajar antes de las recientes
 elecciones, porque, obviamente, cualquier                                  impresión escrita se habría interpretado
 como                                  denuncia electoral. Y yo estoy convencido, desde                                  hace mucho, de que la
 espantosa situación                                  socioeconómica en que se encuentran los pueblos                                  originarios
 del Chaco, y su vaciamiento                                  sociocultural, no son mérito de un gobierno en                                  particular
 de los últimos 30 o 40 años (los hubo                                  civiles y militares; peronistas, procesistas
 y                                  radicales) sino de todos ellos.
 
 
  
 Primero nos                                  detenemos en Sáenz Peña, la segunda ciudad del                                  Chaco (90 mil habitantes),
 para una visita                                  clandestina -no pedida ni autorizada- al                                  Hospital Ramón Carrillo,
 el segundo más                                  importante de esta provincia. Civale toma notas                                  y entrevista a pacientes
 indígenas en las salas                                  de Tisiología, mientras yo recorro los pasillos                                  mojados bajo las
 infinitas goteras de los                                  techos, y miro las paredes rotas, despintadas y                                  sucias, los patios
 roñosos y un pozo negro                                  abierto y rebalsando junto a la cocina.
 
 Aunque el frente del hospital está                                  recién pintado, detrás hay un basural a cielo                                  abierto
 en medio de dos pabellones. Vidrios y                                  muebles rotos, escombros, radiografías, cascotes
 y deshechos quirúrgicos enmarcan las salas donde                                  los pacientes son sólo cuerpos
 chupados por                                  enfermedades como la tuberculosis o el Chagas.                                  Me impresiona la much
 a gente que hay tirada en                                  los pisos, no sé si son pacientes o familiares,                                  lo mismo da.
 
 
  
 Una hora después,                                  en el camino hasta Juan José Castelli -población                                  de 30 mil
 habitantes que se autocalifica "Portal                                  del Impenetrable" - la desazón y la rabia
 se                                  perfeccionan al observar lo que queda del otrora                                  Chaco boscoso. Lo que fue
 de quebrachos                                  centenarios y fauna maravillosa, ahora son                                  campos quemados,
 de suelo arenoso y desértico,                                  con raigones por doquier esperando las topadoras
 que prepararán esta tierra para el festival de                                  soja transgénica que asuela
 nuestro país.
 
 
  
 
 Entramos                                  -nuevamente por atrás- al Hospital de Castelli,                                  que se supone atiende
 al 90 o 95 por ciento de                                  los aborígenes de todo el Impenetrable. Lo que                                  veo allí
 me golpea el pecho, las sienes, los                                  huevos: por lo menos dos docenas de seres
 en                                  condiciones definitivamente inhumanas. Parecen                                  ex personas, apenas piel
 sobre huesos, cuerpos                                  como los de los campos de concentración nazis.
 
 Una mujer de 37 años que pesa menos de                                  30 kilos parece tener más de 70.
 No puede alzar                                  los brazos, no entiende lo que se le pregunta.                                  Cinco metros
 más allá una anciana (o eso parece)                                  es apenas un montoncito de huesos sobre
 una cama                                  desvencijada. El olor rancio es insoportable,                                  las moscas gordas parecen
 ser lo único                                  saludable, no hay médicos a la vista e impera un                                  silencio espeso,
 pesado y acusador como el de                                  los familiares que esperan junto a las camas, o
 tirados en el piso del pasillo, también aquí,                                  sobre mantas mugrientas, quietos
 como quien                                  espera a la Muerte, esa condenada que encima,                                  aquí, se demora en venir.
 
 
  
 Siento una furia                                  nueva y creciente, una impotencia absoluta. Le                                  pregunto a
 una joven enfermera que limpia un                                  aparador vidriado si siempre es así.
 "Siempre",                                  responde irguiéndose con un trapo sucio en la                                  mano, "aunque
 últimamente han sacado muchos,                                  desde que empezó a venir la tele".
 
 Es                                  flaquita y tiene cara de buena gente: se le ve                                  más resignación que
 resentimiento. Son 44                                  enfermeros en todo el hospital pero no alcanzan                                  para
 los tres turnos. Trabajan ocho horas                                  diarias cinco días por semana y
 cobran alrededor                                  de mil pesos los universitarios, y menos de 600                                  los
 contratados, como ella. Los días de lluvia                                  los techos se llueven y esto es un
 infierno,                                  dice y señala los machimbres podridos y los                                  pozos negros saturados
 que revientan de mierda                                  en baños y patios. Y todo se lava con agua,                                  nomás,
 "no tenemos lavandina".
 
 
  
 Camino por otro                                  pasillo y llego a Obstetricia y Pediatría. Allí                                  todos son tobas.
 Una chiquilla llora ante su                                  hijo, un saquito de huesos morenos con dos ojos
 enormes que duele mirar. Otra joven dice que no                                  sabe qué tiene su nena pero
 no quiere que muera,                                  aunque es obvio que se está muriendo. Hay una                                  veintena
 de camas en el sector y en todas lo                                  mismo: desnutrición extrema, mugre en
 las                                  sábanas, miles de moscas, desolación y miedo en                                  las miradas.
 
 Después viajamos otra hora                                  y el cuadro se hace más y más grotesco. Paramos
 en Fortín Lavalle, Villa Río Bermejito, las                                  tierras allende el Puente La Sirena,
 los parajes                                  El Colchón, El Espinillo y varios más. Son                                  decenas de ranchos de
 barro y paja, taperas                                  infames donde se hacinan familias de la etnia                                  Qom (tobas).
 Todas, sin excepción, en                                  condiciones infrahumanas.
 
 
  
 Digan lo que digan,                                  estas tierras -más de tres millones de                                  hectáreas-
 fueron vendidas con los aborígenes                                  dentro. Son varios miles y están ahí desde
 siempre, pero no tienen títulos, papeles, ni                                  saben cómo conseguirlos. Los amigos
 del poder sí                                  los tienen, y los hacen valer. El resultado es                                  la devastación del
 Impenetrable: cuando el                                  bosque se tala, las especies animales                                  desaparecen, se
 extinguen. Los seres humanos                                  también.
 
 Y aunque algunas buenas almas                                  urbanas digan lo contrario, y se escandalicen
 ciertas dirigencias, en el ahora ex Impenetrable                                  chaqueño palabras duras como
 exterminio o                                  genocidio tienen vigencia.
 
 
  
 Desfilan ante                                  nuestros ojos enfermos de tuberculosis, Chagas,                                  lesmaniasis,
 niños empiojados que sólo han                                  comido harina mojada en agua, rodeados de
 perros                                  flacos, huesudos y ojerosos como sus dueños. Se                                  llaman Margarita,
 Nazario, Abraham, María y lo                                  mismo da. Casi todos dicen ser evangelistas,
 de                                  la Asamblea de Dios, de la Iglesia Universal, de                                  "los pentecostales" o
 "los anglicanos".
 Involuntariamente irónico, evoco a Yupanqui:                                  "Por aquí, Dios no pasó".
 
 Al caer la                                  tarde estoy quebrado, roto, y sólo atino a                                  borronear estos apuntes,
 indignado, consciente                                  de su inutilidad. Al partir de regreso veo en un                                  caserío
 un cartel deshilachado por el sol:
 
 "Con la fuerza de Rozas, vote lista                                  651".
 
 Y en la pared de un rancho de                                  barro, seguramente infestada de vinchucas,
 veo                                  un corazón rojo como el de los pastores                                  mediáticos brasileños de "Pare
 de sufrir". Abajo                                  dice: "Chaco merece más. Vote Capitanich".
 
 
 A unos 400 kilómetros                                  de aquí el escrutinio final de las elecciones                                  avanza lenta,
 nerviosamente. En alguna oficina                                  el ministro de Salud de esta provincia seguirá
 negando todo esto, mientras el gobernador se                                  prepara para ser senador y
 vivir en Buenos                                  Aires, bien lejos de aquí, como casi todos los                                  legisladores.
 ¡Nunca antes, el Chaco ni este                                  país me habían dolido                                  tanto.!!!
 
 Mensaje a los Argentinos, Mempo Giardinelli
 
 
 
 
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