sábado, 18 de julio de 2020

A QUEMARROPA


A QUEMARROPA



Están sentados uno frente al otro, sin mirarse a los ojos.

Tal vez no puedan hacerlo, mirar tiene el gusto de lo insoportable.

La mesita del bar los une y los separa...por debajo.

Los pies quieren alejarse mas.

De la cintura hacia arriba, todo lo que se ve sobre la mesa parece indicar que se acercan.

Las manos tiemblan apuntándose con cigarrillos, las cabezas se inclinan. Tal vez para amarse y herirse mas de cerca, a quemarropa.


Han tomado ya como 10 cafés, negros, fuertes, cargados...ella amargos, el dulce como la hiel. Parecen odiarse, por sobre el amor que se han profesado.


Los pies se separan, para andar juntos caminos de adiós; pisotean puchos de cigarrillos ya fríos, negros, quemados.

Los papeles, berretas y reciclados de las servilletas completan el cuadro debajo de la mesa.

Las baldosas frías, grises y gastadas, aumentan la sensación de frío, humo duro y pegajoso, y polvo de tierra finito que marca implacablemente los zapatos viejos y gastados.


El mozo se acerca, saco blanco impecable, moñito negro, bigote finito de otra época, pregunta si quieren algo mas.

A coro niegan.

Y casi se ríen, pero no.

Recuerdan, el momento es grave, nada de risas, la hora del dolor llegó, está aquí, hay que ser adultos y asumirla, entonces pues, a sufrir se ha dicho!


Que queda por decir, se preguntan?

Casi nada, que no se hayan dicho en éstos meses del final.

Ella toma uno de los vasitos de agua, le tiemblan los dedos, siente las manos frías y una ansiedad enorme que la corroe, pero que la arma por dentro.

Le dice: mira Flaco, creo que ya está, que todo se acabó, que lo nuestro ya fue. No sigamos haciéndonos tanto mal, yo te quiero, vos sabés; pero ésto de torturarnos así sin medida, no es para mi.

Si por nosotros dos fuera, que se yo? Tal vez lo soportaría, pero están los pibes!

Y él sabe que es así, que ella no se equivoca, por lo menos en ésto.

Que los años se llevaron sus bellezas físicas que tanto los atraían.

Él sabe, con certeza, que ella no se equivoca.


Tiene tanto miedo, que no se anima a darle la razón...

Miedo de aceptar que la vida no fue lo que quisieron.

Que los sueños mas queridos y maravillosos que entre los dos tejieron, no han sido mas que eso.

Que la vida los ha molido lentamente a palos, los ha triturado prolijamente, los ha vaciado y les ha sacado el jugo, y se dice: gil...o tal vez pensaste que vivir era fácil?


Tiene miedo, de perderla. De perder a los pibes, de no verlos mas y de enterarse que un día llamen papa a otro.

Tiene miedo de volver al departamento gris, triste y sin luz que abandonó hace ya casi 6 meses.

Meses en los que lloró por gastarse en joda, lo que de puro hijo de puta no le quiere dar a su mujer para los pibes, para lastimarla, viste?


Pero están tan jugados, vienen tan a fondo en esta curva...

Saben los dos que no pueden levantar el pie del acelerador, que lo único que pueden hacer es mirar hacia adelante. Y hacia adelante, los dos están solos.

No pueden mirar atrás! No!!

Paraqué?

Demasiado amor, tanta ternura e ilusión.

Si es mejor as¡, por Dios!

Para que sufrir tanto?


Y ella se dice: y los sueños?

Y los viejos del barrio que bendijeron la boda ?

Y el cura Andrés, aquél del tercer mundo, que los casó aquella noche de lluvia en la parroquia?

Y las noches increíbles de amor?

Los viejos amigos, que hoy ni recuerdan, que se habrán hecho, dónde estarán?


Porque los sueños se nos desvanecieron as¡?

Porque somos incapaces de permitirnos sobrevivir y vivir atrevés de ellos?

Porque nos dejamos ir, porque él se ha convertido en éste tipo blandito y sin rumbo que la mira con ojos cobardes, pero fríos y afilados como cuchillos.

Porque las canas, el pelo largo y sucio, el olor a cigarro negro, la cara arrasada y la barba de varios días.

Que derecho ha tenido él para liquidarse as¡?

La panza enorme, grande, tensa, inmaculadamente blanca.


Le dan, as¡ de repente, ganas de llorar.

Se siente triste y vencida.

Se dá cuenta que le tiemblan los dedos, y se dá cuenta que él lo percibe.

Intenta tomar uno de los vasitos de agua.

Y piensa en los chicos, que se quedaron con la vecina del 4 A, que de gaucha nomás se los cuida. Que extrañan al padre, que lloran casi todas las noches, a los que apenas ha podido alimentar.

Piensa que los tuvo que cambiar de escuela por falta de plata y las lágrimas ya se le saltan de los ojos.

Piensa en la Vieja que le ha ofrecido sus pocos pesos para bancarle la angustia, para "que se haga ver".


El tránsito se ha detenido sobre Las Heras, ahora el semáforo abre sobre Coronel Díaz.

Los ómnibus arrancan y llenan todo de humo, afuera es noche y llueve tanto, que la plaza de la Penitenciaria casi no se ve.


Se vuelven a mirar, ausentes, vacíos.

La angustia les ha ganado.

Esta realidad los ha vencido, los sueños al carajo, las canciones y las palabras, nada!

Nada queda ya que los una, solo los recuerdos de épocas pasadas y mejores, tal vez mejores por pasadas.


Él baja la mirada y empieza a llorar, despacio, bajito, muy sentido.

Casi como los chicos, con vergüenza, con tanto sentimiento!

Ella lo ve acabado.

Se dice que si lo deja as¡, este boludo es capaz de hacer una cagada.


Él no ve nada, las lágrimas le nublan la vista y esta vida le ha nublado el alma ya hace tanto tiempo!

Quiere levantarse pero no puede, porque sabe que no tiene nada en ninguna parte, que probablemente ya no se tenga ya ni a él mismo. Sabe que ha fracasado, que no ha cumplido con todo aquello que le enseñaron. 

Sabe...en fin que no sirve, que es un perdedor.


Ella lo mira larga, detenidamente.


El mozo desde lejos, apoyado en sus pies planos, los observa. Sabe, casi detalle por detalle, lo que va a pasar.

Pero creo que ésta vez, se equivoca!


Las lágrimas de él dejan de brotar, las seca con el revés de la mano.

Los ojos de ella miran de otra forma, han perdido la gris dureza del acero.

Le dice: vamos che!

Dale Flaco, no es para ponerse as¡!

Dejá de joder!

En broma, como antes, le canta bajito:...daaaleee Dioooooss!

Y apenas con la punta del dedo índice le roza la palma de la mano olvidada sobre la mesa.

Él aun solloza; y ella le acaricia la mano.


Llaman al mozo, él paga.

Se levantan, las sillas hacen ruido al ir para atrás.

Salen.

Afuera es noche y llueve tanto!

Abren el paraguas y se aprietan debajo para no mojarse.

Se cubren mutuamente.

Después medio saltando, medio corriendo y esquivando charcos, se pierden por Las Heras rumbo a un destino mas que incierto.


En el bar, levantan las mesas, se barre con prolijidad obsesiva la última suciedad.

Última si, mañana ya no abrirán, pasado... comenzarán a reformarlo, plástico y neón.


La lluvia sigue cayendo, los semáforos cambian y cambian, las luces brillan sobre los charcos del asfalto.


Esperanza, mojada, aterida, sonríe, tímida, escondida,  corriendo tras de ellos, mientras los ve alejarse...

                                                                                                             Buenos Aires 5/1/93

                                                          








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