viernes, 2 de enero de 2009

La Saga de Ramtha parte VI

La Cabaña de Ramtha
Durante lo que se llamó la Gran Marcha, había períodos en los que yo contemplaba a un tirano: lo observaba dos años antes de sitiarlo. Durante ese período hubo oportunidad de construir ciudades o cabañas, para albergar a gran cantidad de esta magnifica confluencia de entidades y animales.

Sabes lo que es un altiplano?
Es como una montaña a la que se le olvidaron de construirle la cima. Y en su olvido, es un lugar muy confortable en donde estar. Yo tenia una cabaña allí y además tenía lo que llamarían un palacio, donde vivían todos mis hijos, pero mi verdadero hogar estaba en el altiplano.
Tenía una vista excelente desde donde observar al sol hacer su trabajo todo el día, ajeno a la muerte, a morir, a los testamentos, la pobreza, y todas esas cosas; en realidad, no importa.
Alguna vez pensaste en eso?
Yo lo hago, hasta en la noche, al contemplar la luna. Siempre creí de la luna – a quien llamo la hechicera- , que todas las estrellas eran sus hijas: que crecerían y se convertirían en grandes lunas.
Jamás lo hicieron.

Yo estaba en un lugar maravilloso, donde no había paredes ni corredores establecidos que me encerraran. Un lugar donde, si el Dios Desconocido estaba en alguna parte, yo sabía que andaría escondido por ahí. Y entonces allí, en momentos de contemplación y observación, y de volverme infinitamente consciente, en verdad, de lo no radical (extremo) encontré la mayor de las felicidades. Pues veras, entidad, esa fue la gran guillotina, sencillamente sobre el altiplano, en donde pude ser yo mismo y continuar conmigo mismo. Luego, me iba lo que llamarías palacio, allí estaban todos mis niños, 133, tantos niños había!
Era un buen número; no cabían en el altiplano.
Yo iba y los observaba, pues si dejas solos a varios hermanos y los observas y les proporcionas todo aquello que les dé una curiosidad natural –por ejemplo: peces y agua, un limonero, una zarza, un pájaro, una lagartija- y todo eso lo pones en un jardín y dejas que vayan a donde creen que pueden ocultarse, aunque tu puedas verlos, entonces verás una vida maravillosa desplegarse de una bellísima manera.
Ellos eran mi forma, y con esa conciencia, virtud y belleza exudaban al Dios Desconocido. Y yo era de tal carácter, que si alguien extendía su mano para despeinar sus cabellos, o tan solo contemplaba abusar de ellos, yo le cortaba la cabeza y la arrojaba al mar, porque sobre todas las cosas, ellos representan a Dios en su forma mas pura y maravillosa.
Que sentía?
Bueno, en el palacio aprendía muchísima risa, pero cuando iba al altiplano.... allí no había nada para mi. Todo seguía su curso sin mi; no había nada ni nadie que me dijera siquiera que me había echado de menos cuando me iba. Eso era un gran desafío.
Por que no me había extrañado? Por que estaba allí? No sabia que yo estaba allí?
Verás, era una combinación de aquellos lugares que para mi eran el hogar, y eso estaba dondequiera que yo lo encontrara.

No tuve mas Profesor que la Naturaleza

Durante mi curación al quedar al cuidado de las mujeres de mi ejército, me sentí intimidado, humillado, tuve que obedecer sus ordenes y ser desvestido ante sus ojos, y gran parte de mi odio y mi poder tuvo que ceder.
Yo contemplaba –no pudiendo hacer otra cosa- todo lo que me rodeaba.
Despreciaba al hombre; jamás contemplaba al hombre, pues el era malvado en su alma, Esa era la obra de aquellos que eran malvados dentro de su ser; sin embargo, yo era tan malvado como ellos.
Fue entonces cuando contemplé el sonido de un pájaro nocturno, y el amanecer, y como resplandece sobre el valle.

Al aprender sobre la Fuente misma, no tuve maestro que me enseñara en cuanto a ella o al Padre. Fue una experiencia de simplicidad que todo el mundo da por hecho, que es un término bueno y apropiado para usar en esta sociedad. Yo aprendí del clima, aprendí de los días, aprendí de las noches, y así fue. Y aprendí de la vida tierna e insignificante que parece abundar en medio de la destrucción y la guerra.
El maestro de mi ser fue la Fuente de sabiduría.

Al no tener el privilegio de la educación y de lo que se llaman las ciencias, ni el privilegio de expresarme como un ser humano, fue casi por odio, un dolor inexplicable, por desesperación y pena por lo que no me quedaba mas que desafiar, excepto quizás el razonamiento que me trajo aquí.
En ese momento, yo no sabía quizás el razonamiento que me trajo aquí era yo mismo. Ves?
Pero como resultado d eso, y aprendiendo, a comprender un elemento que lo encontré mas contundente que el hombre, un elemento que yo encontré mucho mas inteligente que el hombre –un elemento que podía vivir en coexistencia pacífica al lado y a pesar del hombre- tiene que ser el Dios Desconocido.
Y fueron los elementos naturales, querido maestro los que me enseñaron. Y soy muy afortunado, pues al haber sido instruido por los elementos y haber razonado con ellos, no tuve a nadie que me dijera que yo estaba equivocado.
Y los elementos nunca me enseñaron el fracaso. Ves?
Porque ellos son constantes.
De esa forma aprendí.
Aprendí de algo que es constante, que nunca falla, de algo que se puede entender fácilmente si el hombre se lo propone. Y por eso no estuve a merced de la hipocresía del dogma ni de las creencias supersticiosas; o de los dioses de múltiples caras a quienes tu estas tratando de complacer; o del estigma de que quizás éramos inferiores en perfección y que nunca podríamos lograrla.
Nunca estuve en manos de esa clase de enseñanza. Por eso fue mas fácil para mi hacer, en mi única existencia, lo que a muchos les ha tomado un milenio, porque ellos han buscado a Dios en las reglas gubernamentales, en las reglas eclesiásticas, en la historia, sobre la cual ni siquiera cuestionan quién la escribió y por que. Han basado sus creencias, su entendimiento, su vida, sus procesos de pensamiento en algo que vida tras vida tras vida ha demostrado ser un fracaso.
Y , no obstante, el hombre, al tropezar con su propio ego alterado, temeroso de admitir que quizás se ha equivocado, continúa con la hipocresía inquebrantable que solo conduce a la muerte.

Yo fui de los mas afortunado, maestro, el sol nunca me maldijo, la luna nunca me dijo que yo debiera ser de tal manera. El viento jugueteaba conmigo y me provocaba. Y el rocío y la escarcha, el olor de la hierba, los insectos que van de un lado a otro, y el grito del pájaro nocturno son cosas infalibles. Su ciencia es simple.
Y lo maravillosos que aprendí de ellos es que en su inmutabilidad (nunca cambian) no articulan ni una palabra.
El sol no miró hacia abajo y me dijo: “Ramtha, tienes que adorarme para poder conocerme”
Ni tampoco me dijo: “Ramtha despierta: es hora de contemplar mi belleza”
Estaba ahí cuando yo lo miraba.
Eso es el principio.
Eso nunca te fallará.
Esto te enseñara una verdad mas limpia y mas clara que cualquier cosa que haya sido escrita por el hombre.

Había un gran bosque en el norte, escogí a mis guerreros mas feroces; y a algunos de ellos, muy ancianos y tranquilos, aún les sonaban los dientes, y me los llevé hacia el bosque.
Caminamos hasta el centro de la espesura, y yo encontré el árbol mas grande del bosque.
Sabes que tan grande era?
Puse una legión entera a su alrededor, tomados de las manos como niños pequeños, se sintieron humillados y rodearon el árbol.
Los bufones tropezaban una y otra vez con las raíces y miraban si alguien los estaba observando.
Hice que se tomaran de las manos como niños pequeños, y como tu ya sabes, tomarse de las manos es algo... despreciable!
Caminaba a su alrededor y me reía de ellos. Les levantaba las faldas y me reía de ellos, miraba sus piernas estiradas, y mi espalda estaba contra las suyas, y luego miraban por encima del hombro, preguntándose que sería lo siguiente que les haría el Ram.
Les dije: pensáis que este es un gran árbol? Que es lo que tiene este árbol que vosotros no tenéis?
Y ellos todavía estaban ocupados en tomarse de las manos y no ponerlas en sus caderas.
Se tambaleaban y hablaban entre dientes y me miraban de arriba abajo preguntándose qué haría yo en el momento siguiente. Ni siquiera estaban pensando en el árbol. Di una vuelta otra vez, saqué mi espada y puse la punta en sus traseros.
Que tiene este árbol que vosotros no tenéis?
Y los pinché bien, uno por uno, para que prestaran atención.
Y uno dijo: “este árbol es mas alto que nosotros”
Era una buena respuesta.
Otro dijo: “Nunca he visto un árbol de esta manera, así que para mi es un árbol nuevo”.
Que es lo que sabe este árbol que vosotros no sabéis?
“Pero señor, un árbol no piensa, no tiene intelecto”
Y yo dije: “Ya se que no. Piensas que todas las cosas necesitan un intelecto, tú bárbaro?”
“Intenta ver la copa del árbol”
Y tendrías que haberlos visto a todos con sus cabezas para atrás esforzándose por ver.
Ahora se había convertido en un juego muy serio para ellos, se trataba de la competencia: quien encontraría mas rápido la respuesta correcta?
Y eso es un guerrero para ti, sabes.
Y balbuceaban de manera incoherente, y nadie podía ver la copa; y aunque te alejaras a una gran distancia, ciertamente no podrías.
Volví al tema: “Este árbol no sabe como morir. Este árbol solo sabe como vivir”
Y mientras ellos observaban, giré sobre mis talones y recogí una semilla de este árbol, y dije: “Veis esta pequeña semilla? Así como se ve, que sale de la semilla? Solo crece”.
Ellos arrugaban el entrecejo y comprenden de verdad lo que intentaba decirles.
“Este árbol estaba aquí antes que la madre de la madre de la madre de la madre de la madre de la madre de vuestra abuela. Ya entonces era un gran árbol, y estará aquí cuando muráis en vuestra carne.
Y seguirá aquí dentro de varias generaciones, cuando regreséis en la semilla de vuestra generación, pues vuestros hijos serán vuestro futuro Yo”.
Uno me dijo: “Pero señor, podríamos tomar un hacha, tumbar este árbol y quemarlo”.
“Precisamente. Solo tú sabes eso y solo tú mueres. El árbol no; sólo sabe vivir, ir hacia la luz. No posee el pensamiento de la destrucción en su comprensión y es muy inteligente”.
Ellos lo contemplaron, y uno dijo: “Señor, porque morimos?”.
Lo miré: “Porque no sabemos quiénes somos. Vosotros, mis amados soldados, sois bastardos de esta tierra. No sabemos de donde venimos ni porque existimos. Cuando no sabemos, somos el desperdicio de esta tierra. Somos la muerte. Destruimos la tiranía, pero eso es lo que somos dentro de nuestros seres. No sabemos como sabe el árbol”.
Y, sabes, el hombre se echó a llorar; se agachó, apartó su espada y lloró, “Señor, porque no sabemos quienes somos?”.
“Porque no has estado quieto el tiempo suficiente para contemplar lo que hay dentro de ti como ha hecho este árbol. Y si alguna vez lo hicieras, jamás llegarías a conocer completamente tu majestad, pues tus pensamientos cambian a cada instante... a cada instante”.
“Pero al comprender esos pensamientos, estarías preocupado en comprenderte a ti mismo y nunca pensarás en ti mismo hasta causarte la muerte. Sabes que vas a morir, por eso mueres. Incluso te llevas hasta un situación de guerra con otros para que eso sea una certeza. Puedes quemar un árbol pero solo alguien que en su intelecto conoce la muerte podría hacer esto. Un árbol vivirá para siempre. Un día construirán aquí una gran ciudad, y llegarán a este bosque y talaran este gran árbol y construirán muchas cabañas”
Y dije: “Sabes algo acerca de las cabañas?” Vivirán mas gentes de las que la construyeron. Así que el árbol seguiré viviendo”.

Observé todas estas cosas, el mas puro de los maestros: los elementos.
Los elementos sobrevivirán; mientras que el hombre muere, eternamente. Cuando contemplé al Padre en toda su brillantez, hubo dos cosas que me hicieron creer en la vida perpetua: el sol, al que yo llamaba Ra, su advenimiento de gloria en los horizontes, y su viaje a través de todos los cielos que terminaba en la esfera oeste, y pasaba a su sueño y permitía que la belleza exquisita de la luna y su pálida luz viniera danzando por los cielos para iluminar la oscuridad de maneras misteriosas y maravillosas.
A pesar de todo esto, también aprendí que la voz silenciosa del Padre, el sol –aunque no se lo tiene en cuenta-, controlaba sutilmente la vida.
Todos los que eran valientes y aguerridos o hacían la guerra entre si y planeaban bacanales, las terminaban cuando el sol se ponía.
Cuando vi a una anciana abandonar este plano aferrándose fuertemente al tosco lino tejido que había hacho para su hijo que había muerto hacía tiempo, la vi, maestro, morir al sol del mediodía. Y la vida se le iba del cuerpo en ahogados golpes de llanto. Y vi como la anciana empezaba a marchitarse en la luz. Y su boca se contrajo para abrirse en una expresión horrorizada, y sus ojos vidriados miraban la luz sin perturbarse. Nada se movió, excepto la brisa en su viejo cabello. Y miré a la mujer que había dado a luz al hijo que murió; que grande había sido la inteligencia de ambos. Y miré al sol que nunca perecía. Era el mismo sol que la anciana había visto pasar a través de una grieta en el cielo raso cuando abrió por primera vez los ojos en los brazos de su madre al a venir al mundo. Y fue lo último que vio cuando murió. Y mientras enterrábamos a la mujer, miré de nuevo al sol y lo tuve en cuenta. Y empecé a reflexionar sobre él y sobre los días, sobre la vida y las criaturas que vivían a pesar del hombre. Y empecé a deducir que los dioses que están en la mente del hombre son verdaderamente la personalidad de aquello que mas temen y mas respetan. Y que el verdadero Dios era aquel que permitía que esta ilusión, este ideal, fuera y viniera, y que aun estuviera allí cuando, otra primavera, otra vida, ellos regresaran otra vez.

Muy pronto concluí esto, maestro: que en ese poder, esa vida, esa eternidad que esta ahí para siempre, es allí donde yace la verdadera veneración del Dios Verdadero, el Dios Desconocido, la fuerza vital. Y empecé a saber quien era el Dios Desconocido. No era sino tu vida, inagotable. Me conquisté a mi mismo a través del odio, a través de desear la destrucción de mi mismo, una cosa imperfecta. No es que no haya hecho nada y que sea un puro. Lo he hecho todo. Y por eso, entidad, obtuve sabiduría de todo lo que hice y nunca tendré que hacer otra vez.
Soy virtuoso, entidad, porque lo he hecho todo para convertirme en lo que soy.
Como sabes lo que es el amor, sino cuando has odiado?
Como sabes lo que es la vida sino cuando te encuentras a punto de morir, y el sol saldrá a pesar de tu muerte y las aves ni siquiera te miraran?
No sabes eso hasta que llegas al momento del entendimiento.
Cada momento florece con el entendimiento. No hay nada que me haya enseñado el hombre; nada sobre la iluminación.
Iluminación significa conocimiento; el conocimiento de algo se convierte en la iluminación sobre ese algo.
Lo de ahí afuera es lo que me enseño.

Cuando me di cuenta de qué y quien era el Padre, por medio de un pensamiento elevado, ya no deseaba consumirme y morir como la anciana, ni ver morir tantas entidades valientes de mi ejército.
Debe haber una manera mejor de conservarse como se conserva el sol.
Y he aquí que cuando estaba empezando a reflexionar sobre el estado de recuperación en la mas extrema desesperación de mi cuerpo –una vez curado-, me senté sobre un altiplano solitario y miré a lo lejos, en donde había una neblina espesa y se veían las vagas siluetas de montañas fantasmales, y valles todavía no explorados.
Y me pregunté como podría ser yo parte de la esencia que es el continuo.

Mandrake 952

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